La economía baja en carbono es un concepto clave en la lucha contra el cambio climático y la transición hacia un futuro sostenible.
Este término hace referencia a un modelo económico que busca minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) mediante el uso eficiente de los recursos, la adopción de energías renovables y la implementación de prácticas sostenibles en todos los sectores productivos.
La economía baja en carbono se define como un sistema económico diseñado para reducir las emisiones de carbono, especialmente aquellas derivadas de la quema de combustibles fósiles. Este modelo promueve la transición hacia fuentes de energía renovables, como la solar, eólica e hidráulica, y fomenta la eficiencia energética en industrias, transporte y hogares.
El término se popularizó a partir de la creciente preocupación por el cambio climático y los compromisos internacionales, como el Acuerdo de París de 2015, que establece metas claras para limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 °C por encima de los niveles preindustriales (UNFCCC, 2015).
En este contexto, la economía baja en carbono se convierte en una herramienta esencial para alcanzar esos objetivos.
La transición hacia una economía baja en carbono no solo es crucial para mitigar el cambio climático, sino que también ofrece beneficios económicos, sociales y medioambientales. Algunos de los aspectos más destacados incluyen:
Desde una perspectiva empresarial, adoptar un enfoque de economía baja en carbono también puede mejorar la reputación corporativa, atraer inversores y cumplir con las regulaciones ambientales cada vez más estrictas.
Uno de los pilares fundamentales de la economía baja en carbono es la medición precisa de la huella de carbono, que permite identificar las fuentes de emisiones y establecer estrategias efectivas de reducción. La huella de carbono mide la cantidad total de GEI emitidos directa o indirectamente por una actividad, producto o empresa.
Según el Protocolo GHG, estas emisiones se dividen en tres alcances:
La transición hacia una economía baja en carbono requiere la participación activa de gobiernos, empresas y ciudadanos. Algunos de los elementos más importantes para lograr este cambio incluyen:
Los gobiernos desempeñan un papel crucial al establecer políticas y regulaciones que promuevan la sostenibilidad. Estas pueden incluir incentivos fiscales para energías renovables, impuestos al carbono y normativas de eficiencia energética.
En España, por ejemplo, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) lidera iniciativas para fomentar la economía baja en carbono, como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC).
La innovación es esencial para desarrollar tecnologías que reduzcan las emisiones de carbono. Esto incluye avances en almacenamiento de energía, movilidad eléctrica y captura y almacenamiento de carbono (CAC).
La transición hacia una economía baja en carbono también requiere un cambio cultural. Es fundamental que las empresas y los ciudadanos comprendan la importancia de reducir su huella de carbono y adopten hábitos sostenibles.
Las empresas que adoptan prácticas alineadas con la economía baja en carbono pueden obtener múltiples beneficios, entre los que destacan:
La economía baja en carbono es un modelo imprescindible para enfrentar los desafíos del cambio climático y construir un futuro sostenible. Su implementación requiere esfuerzos coordinados entre gobiernos, empresas y ciudadanos, así como el uso de herramientas avanzadas para medir y reducir las emisiones de carbono.
Empresas como Manglai desempeñan un papel fundamental al proporcionar soluciones tecnológicas que facilitan esta transición, desde el cálculo de la huella de carbono hasta la definición de planes de descarbonización personalizados.
Adoptar una economía baja en carbono no solo es una responsabilidad ambiental, sino también una oportunidad para innovar, mejorar la competitividad y garantizar un desarrollo sostenible a largo plazo.
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