La degradación hídrica es el deterioro progresivo de la calidad, cantidad y funcionalidad de los recursos hídricos, como ríos, acuíferos, humedales y zonas costeras. Esta degradación puede producirse por causas naturales (como sequías prolongadas), pero, en la mayoría de los casos, es resultado directo de actividades humanas: contaminación industrial, sobreexplotación, deforestación, urbanización descontrolada y mala gestión de aguas residuales.
Cuando se habla de degradación hídrica se hace referencia a una pérdida estructural de los servicios ecosistémicos que prestan los cuerpos de agua: provisión, regulación del clima, recarga de acuíferos, soporte de biodiversidad o producción de alimentos. Esta pérdida compromete la sostenibilidad ambiental, la salud humana y el desarrollo socioeconómico.
La degradación hídrica puede clasificarse según sus dimensiones principales:
Provocada por vertidos industriales, agrícolas o domésticos. El exceso de nitratos, metales pesados o microplásticos altera la potabilidad del agua y destruye la biodiversidad acuática. Muchas cuencas presentan niveles de toxicidad incompatibles con los usos básicos del agua.
Asociada a aguas residuales sin tratar. La proliferación de bacterias patógenas y materia orgánica produce enfermedades hídricas, eutrofización y pérdida de oxígeno en los cuerpos receptores.
Extraer más agua de la que se recarga naturalmente degrada los sistemas hídricos subterráneos y superficiales. Esto provoca el colapso de acuíferos, subsidencia del terreno y salinización en zonas costeras.
La construcción de presas, canalizaciones o cambios en el uso del suelo fragmenta los ecosistemas acuáticos, modifica el régimen natural de caudales y reduce la conectividad ecológica de los ríos.
La degradación hídrica no es un fenómeno puntual, sino un síntoma de un modelo de desarrollo insostenible. Entre sus causas profundas se incluyen:
Existen múltiples métricas para identificar y seguir la evolución de la degradación hídrica:
Estos datos deben recopilarse de forma sistemática y transparente para orientar las políticas públicas y facilitar la participación ciudadana.
La degradación hídrica genera efectos en cascada:
A largo plazo, esta degradación compromete el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el ODS 6 (agua limpia y saneamiento), el ODS 13 (acción climática) y el ODS 15 (vida de ecosistemas terrestres).
La única respuesta efectiva ante la degradación hídrica es la restauración ecosistémica, acompañada de una gestión adaptativa. Algunas líneas de acción clave incluyen:
Desde el enfoque empresarial, operar en zonas con cuerpos de agua degradados supone un alto riesgo operativo, reputacional y financiero. Por ello, cada vez más empresas realizan auditorías ambientales, evalúan su dependencia hídrica y establecen métricas de impacto para reducir su huella en los ecosistemas acuáticos.
Iniciativas como Science Based Targets for Nature, CDP Water Security o los estándares GRI permiten a las organizaciones medir y divulgar cómo contribuyen (o no) a la degradación hídrica.
Empresas que confían en nosotros
La desalinización es el proceso de separar sales y minerales del agua de mar o salobre para obtener agua dulce apta para consumo humano, agrícola o industrial.
El déficit hídrico es la diferencia negativa entre la disponibilidad de agua dulce renovable y la demanda total de una región, cuenca, ciudad o sector económico durante un periodo determinado.
El término d2w se refiere a un aditivo que, al incorporarse en plásticos convencionales, busca acelerar su degradación mediante un proceso conocido como oxidación.
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