La tasa de valorización es un indicador esencial de la economía circular que mide la proporción de residuos que se someten a procesos de recuperación, material o energética, frente al total generado. Este valor revela la capacidad de un sistema para convertir residuos en recursos, reduciendo la presión sobre los vertederos y el consumo de materias primas vírgenes.
En términos operativos, la tasa de valorización combina los resultados del reciclaje, la reutilización, la compostaje y la valorización energética, ofreciendo una visión integral del rendimiento ambiental de la cadena de gestión de residuos.
Más allá de un parámetro técnico, este indicador actúa como barómetro de sostenibilidad, demostrando hasta qué punto las sociedades y las empresas están avanzando hacia la desmaterialización y la eficiencia de recursos.
Según la Directiva 2008/98/CE sobre residuos, la valorización se define como “cualquier operación cuyo resultado principal sea que los residuos sirvan a una utilidad útil al sustituir otros materiales o mediante la preparación para dicho uso”.
La Ley 7/2022, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, adapta este principio al marco español, estableciendo jerarquías claras entre prevención, preparación para la reutilización, reciclado, valorización y eliminación.
Existen distintas modalidades de valorización, clasificadas según la naturaleza del proceso:
Consiste en transformar los residuos en nuevas materias primas secundarias.
Ejemplos: reciclaje de plásticos, metales, vidrio o papel; producción de compost o digestato; recuperación de áridos en construcción.
Aprovecha el contenido energético de los residuos mediante:
Transforma residuos plásticos o industriales en materias primas base mediante procesos de despolimerización o craqueo químico, cada vez más extendidos gracias a la innovación tecnológica.
La valorización ocupa un nivel intermedio en la jerarquía europea de residuos: se sitúa por debajo de la prevención y el reciclaje, pero por encima de la eliminación o vertido.
Su objetivo es recuperar el máximo valor posible, minimizando el impacto ambiental y contribuyendo a la seguridad de recursos.
El Plan de Acción de Economía Circular 2020 y el Pacto Verde Europeo impulsan la valorización como herramienta para alcanzar la neutralidad climática.
España, a través del PEMAR 2022-2035, establece metas para:
Aunque ambos indicadores están relacionados, no son equivalentes:
Un sistema con alta tasa de valorización pero baja tasa de reciclado puede depender demasiado de la incineración, lo que plantea desafíos ambientales. El equilibrio ideal prioriza la valorización material sobre la energética.
Para contabilizar un residuo como valorizado, debe cumplirse que:
Los Sistemas de Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) tienen la obligación de informar anualmente de sus tasas de valorización ante las autoridades competentes.
Las plantas de tratamiento mecánico-biológico (TMB) combinan separación de fracciones reciclables y aprovechamiento energético del rechazo no reciclable.
Ejemplo: el Parque Tecnológico de Valdemingómez (Madrid) valoriza más del 90 % de los residuos que recibe.
Industrias metalúrgicas o papeleras utilizan residuos como sustitutos de materias primas o combustibles.
En el sector cementero, el co-procesamiento de residuos no reciclables permite reducir la dependencia de coque de petróleo.
El compostaje y la digestión anaerobia convierten residuos orgánicos en biofertilizantes y biogás, cerrando el ciclo de nutrientes.
Estas innovaciones consolidan el paso de un modelo de gestión de residuos a un modelo industrial circular.
La clave está en integrar la valorización dentro de una estrategia global que priorice la reducción y el reciclaje, evitando el uso excesivo de valorización energética como solución final.
La tasa de valorización debe interpretarse junto con:
Estos indicadores, analizados de forma conjunta, permiten evaluar la circularidad real del sistema y la eficacia de las políticas públicas.
Las plataformas digitales permiten medir en tiempo real los flujos valorizados, optimizar la logística y mejorar la transparencia de datos. El uso de blockchain asegura la trazabilidad de cada lote y evita el doble conteo, mientras que los sistemas de inteligencia artificial ayudan a planificar la demanda de materiales secundarios.
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