La tasa de vertido mide el porcentaje de residuos que son depositados en vertedero respecto al total de residuos generados en un territorio o sistema de gestión. Este indicador refleja el grado de dependencia de una economía respecto a la eliminación final, frente a las opciones superiores de la jerarquía de residuos: prevención, reutilización, reciclaje y valorización.
Un valor alto de tasa de vertido indica ineficiencia ambiental, pérdida de recursos y costes crecientes asociados al tratamiento y mantenimiento de los vertederos. En cambio, su reducción progresiva señala una transición hacia modelos circulares, donde los residuos se integran nuevamente como materias primas secundarias o fuentes energéticas.
La Directiva 1999/31/CE sobre vertido de residuos, modificada por la Directiva (UE) 2018/850, establece las obligaciones técnicas y los objetivos de reducción del vertido en los Estados miembros.
A partir de 2035, la normativa europea exige que no más del 10 % de los residuos municipales generados sean eliminados en vertedero.
España transpone estos requisitos mediante la Ley 7/2022, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, que introduce dos instrumentos fundamentales:
El Plan Estatal Marco de Gestión de Residuos (PEMAR 2022-2035) fija la meta nacional de alcanzar una tasa de vertido inferior al 15 % en 2030 y avanzar hacia el objetivo europeo del 10 % en 2035.
Cada tipo está sujeto a requisitos de impermeabilización, control de lixiviados y gases, así como a planes de clausura y posclausura.
El vertido es la opción menos deseable de la jerarquía por su impacto múltiple:
Reducir la tasa de vertido implica, por tanto, mejorar la calidad ambiental, la salud pública y la eficiencia económica del sistema.
El impuesto estatal creado por la Ley 7/2022 introduce un gravamen homogéneo en todo el territorio español, calculado por tonelada de residuo depositado.
Su objetivo es desincentivar la eliminación y financiar medidas de prevención y reciclaje.
Ejemplo de tarifas orientativas (2025):
Los ingresos se destinan a fondos autonómicos de sostenibilidad o programas de modernización de plantas de tratamiento.
Aunque el objetivo es minimizar su uso, los vertederos actuales incorporan tecnologías de control y valorización:
Estas medidas reducen los impactos mientras se avanza hacia su cierre definitivo.
El equilibrio entre estas métricas define la madurez del sistema de gestión de residuos.
Disminuir la tasa de vertido reduce los costes a largo plazo de mantenimiento y posclausura de vertederos, evita sanciones europeas y genera empleo verde en los sectores de reciclaje y compostaje.
Además, mejora la reputación ambiental de las regiones y atrae inversiones vinculadas a la sostenibilidad industrial.
El cumplimiento de la meta europea del 10 % exigirá:
La Circular Economy Action Plan 2.0 (2023) prevé reforzar la fiscalidad ambiental y la cooperación público-privada para erradicar el vertido de materiales reciclables antes de 2040.
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