Escasez hídrica
La escasez hídrica es la situación en la que la demanda de agua supera de forma persistente la disponibilidad de recursos hídricos renovables en una región determinada. Esta insuficiencia puede ser física (no hay suficiente agua), económica (existe el recurso pero no hay acceso) o institucional (falta de capacidad para gestionarlo equitativa y eficientemente). Se trata de un fenómeno estructural que compromete la seguridad hídrica, energética, alimentaria y sanitaria de millones de personas en todo el mundo.
Según datos del World Resources Institute, una cuarta parte de la población mundial vive en zonas con estrés hídrico extremo, donde se consume más del 80 % del agua disponible anualmente. Esta tendencia se agrava por el crecimiento demográfico, la urbanización descontrolada, el cambio climático y la sobreexplotación de acuíferos.
Tipos de escasez hídrica
La escasez no es un fenómeno único, sino que puede manifestarse en distintas formas:
Escasez física
Se produce cuando no hay suficiente agua dulce para satisfacer las necesidades de los ecosistemas y los usuarios. Es típica de regiones áridas o semiáridas como el norte de África, Oriente Medio o el sureste de España. También puede darse en cuencas con alta presión hídrica por actividades agrícolas, industriales o turísticas.
Escasez económica
Aunque haya agua disponible, la población no tiene acceso a ella por falta de infraestructuras, tecnologías o recursos financieros. Es común en países del sur global donde la pobreza estructural impide desarrollar sistemas de captación, tratamiento o distribución. La escasez económica es, en esencia, un problema de gobernanza.
Escasez institucional
Deriva de una mala planificación, corrupción, descoordinación entre niveles de gobierno o falta de datos fiables. Puede observarse incluso en países con recursos suficientes pero con gestión ineficaz, conflictos de competencias o ausencia de políticas públicas coherentes.
Causas estructurales de la escasez
La escasez hídrica es consecuencia de múltiples factores interrelacionados:
- Sobreconsumo agrícola: La agricultura representa el 70 % del uso global de agua dulce. En muchos casos, los sistemas de riego son ineficientes y se cultivan productos de alto consumo hídrico en zonas no aptas.
- Crecimiento urbano desordenado: La expansión de ciudades sin planificación hidráulica provoca demanda excesiva, pérdida de calidad del agua y sobrecarga de infraestructuras.
- Cambio climático: Aumenta la frecuencia e intensidad de sequías, altera los patrones de lluvia y acelera la evapotranspiración, reduciendo la recarga de acuíferos.
- Contaminación: Vertidos industriales, agrícolas y urbanos reducen la calidad del agua disponible, obligando a destinar más recursos al tratamiento o descartando fuentes enteras por toxicidad.
- Extracción no regulada: En muchas regiones, los pozos ilegales y la falta de control sobre concesiones agravan el agotamiento de acuíferos y la salinización de suelos.
Consecuencias de la escasez hídrica
Las implicaciones de la escasez de agua son profundas y transversales. Entre las más relevantes destacan:
- Reducción de la producción agrícola y alza de precios alimentarios.
- Pérdida de biodiversidad acuática y deterioro de humedales y ecosistemas fluviales.
- Migraciones forzadas y conflictos por el control de fuentes hídricas.
- Colapso de infraestructuras sanitarias, especialmente en contextos de pobreza.
- Riesgo reputacional y operativo para empresas que dependen del agua.
La escasez hídrica no es un riesgo futuro: es una realidad presente con impactos comprobados en América Latina, África subsahariana, Asia Central y el Mediterráneo.
Medición de la escasez
Los indicadores más utilizados para cuantificar la escasez hídrica son:
- Índice de estrés hídrico: Relación entre la extracción total de agua y la disponibilidad renovable. Valores superiores al 40 % indican riesgo alto.
- Water Risk Atlas (WRI): Plataforma interactiva que mide estrés, demanda, variabilidad estacional y proyección futura por país o cuenca.
- Índice de Gobernanza Hídrica (OCDE): Evalúa la capacidad institucional para enfrentar situaciones de escasez.
Estos instrumentos permiten priorizar inversiones, diseñar políticas públicas y planificar infraestructuras en función de escenarios reales.
Estrategias de mitigación
La escasez hídrica no es irreversible. Existen soluciones técnicas, institucionales y sociales para revertirla, especialmente si se actúa de forma preventiva:
- Eficiencia en el uso del agua: Modernización de sistemas de riego, contadores inteligentes, reducción de fugas urbanas.
- Economía circular hídrica: Reutilización de aguas grises, tratamiento terciario, recarga de acuíferos y producción de agua regenerada.
- Políticas tarifarias progresivas: Sistemas que penalizan el despilfarro y protegen el consumo básico.
- Planificación integrada de cuencas: Coordinación entre sectores y territorios, basada en datos y participación de actores locales.
- Educación y cultura del agua: Campañas que promuevan un cambio de comportamiento individual y colectivo.
Escasez hídrica en clave ESG y empresarial
Desde la perspectiva corporativa, operar en regiones con escasez hídrica implica riesgos operativos, financieros y reputacionales. Por eso, las empresas deben integrar este factor en sus análisis de materialidad, planes de continuidad de negocio y estrategias de inversión.
Cada vez más marcos de reporte, como CDP Water Security, SASB Standards o el nuevo ESRS europeo, exigen indicadores sobre gestión de agua, exposición a zonas con escasez y medidas para garantizar el acceso equitativo.
La escasez hídrica es un límite físico al crecimiento. Gestionarla de forma anticipada y justa es condición necesaria para una economía regenerativa y resiliente.
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