La huella material, también denominada Material Footprint (MF), es un indicador que mide la cantidad total de materiales naturales (biomasa, combustibles fósiles, minerales metálicos y no metálicos) extraídos globalmente para satisfacer la demanda final de un país, sector o producto.
A diferencia de los indicadores tradicionales que solo contabilizan el consumo interno directo, la huella material incluye las extracciones indirectas asociadas a las importaciones, ofreciendo una visión completa del impacto físico del consumo.
Este indicador revela el verdadero nivel de presión que ejerce una economía sobre los recursos del planeta. Su reducción constituye un objetivo central de la economía circular, la Agenda 2030 (ODS 8, 12 y 15) y la Estrategia Europea del Pacto Verde.
El concepto de huella material surgió en la década de 1990 en el ámbito de la contabilidad ambiental y la economía ecológica, con el fin de superar las limitaciones del Indicador de Consumo de Materiales Domésticos (DMC).
Mientras el DMC solo contabiliza las extracciones nacionales y las importaciones netas de materiales físicos, la huella material incorpora toda la cadena global de suministro, desde la extracción hasta la producción y el transporte.
En 2015, la ONU adoptó la huella material como indicador oficial del Objetivo de Desarrollo Sostenible 8.4 (Mejorar la eficiencia en el uso de recursos globales y desvincular el crecimiento económico de la degradación ambiental).
El indicador se expresa en toneladas per cápita o en relación al PIB (toneladas por millón de euros), para medir la intensidad material de la economía.
La huella material complementa otros indicadores ambientales, mientras la huella de carbono mide las emisiones, la huella material cuantifica la presión física sobre el sistema terrestre, aportando una dimensión tangible al análisis de sostenibilidad.
Según datos de la ONU Medio Ambiente (UNEP, 2023), la huella material mundial ha aumentado más de un 70 % desde 2000, alcanzando los 100.000 millones de toneladas anuales.
Europa presenta una huella material media de 14 toneladas per cápita, mientras que España se sitúa en torno a 13 t/hab, por encima del objetivo de sostenibilidad estimado (8 t/hab).
Los sectores con mayor contribución son la construcción, la alimentación, la energía y la movilidad. Estos cuatro ámbitos representan más del 80 % de la extracción total de materiales en la UE.
La Estrategia Europea de Economía Circular (2020) y el Plan de Acción de Producción y Consumo Sostenibles impulsan medidas para reducir la huella material mediante:
En España, el Estrategia Española de Economía Circular 2030 (EEEC) establece como meta reducir un 30 % la huella material respecto a 2010, favoreciendo la desmaterialización del crecimiento económico.
Permite evaluar si el crecimiento del PIB se acompaña de un aumento o una reducción del consumo de recursos. Una desvinculación absoluta (crecimiento económico con menor uso material) indica un avance real hacia la sostenibilidad.
Las organizaciones utilizan la huella material para:
Sectores como la construcción o la electrónica aplican la huella material para identificar oportunidades de reducción de masa, sustitución de materiales y mejora de eficiencia.
El cálculo requiere datos de flujos físicos y matrices input-output. Algunas metodologías reconocidas:
A nivel corporativo, el indicador se puede integrar en softwares de gestión ambiental y herramientas de ACV (como SimaPro o OpenLCA), combinándolo con huellas de carbono e hídricas para un enfoque holístico.
Reducir la huella material implica:
Cuanto menor es la huella material, mayor es la circularidad del sistema productivo.
Por ello, este indicador es clave para medir el avance real hacia una economía desacoplada del consumo de recursos.
Superar estos retos exige cooperación internacional, transparencia de cadenas de suministro y armonización estadística.
La transición hacia la medición en tiempo real de flujos materiales se apoya en:
Estas herramientas facilitan la trazabilidad, la verificación y la toma de decisiones basadas en datos.
Los gobiernos pueden utilizar la huella material para diseñar:
A nivel empresarial, este indicador se integra cada vez más en los informes de sostenibilidad no financiera (CSRD) y en los criterios de taxonomía verde de la UE.
Estos ejemplos muestran que la desmaterialización es compatible con el crecimiento económico si se impulsa mediante innovación y regulación inteligente.
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